La pregunta que plantea el título de este artículo se debe responder desde un doble punto de vista: la legalidad y la conveniencia. Afrontando la cuestión respecto a la primera premisa he de decir que cada uno puede tomar la comunión como quiera. No hay una ley que impida hacerlo con una ropa que no sea la habitual. Incluso pueden hacerlo en vaqueros o con un chándal. Diferentes es el tema basándonos en si es conveniente o no comulgar sin el típico vestido. Es aquí donde entran en juego una serie de variables.
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En primer lugar hay que hacer una apreciación. Nos referimos no solo a comulgar sin el vestido típico, porque, como he repetido en multitud de ocasiones, creo que es momento de innovar y de ir un poco más allá del vestido blanco de princesita para la niña y el de marinero para el niño. En este post trato de valuar la conveniencia de tomar la comunión con una indumentaria muy distinta a la habitual. De la que salta a la vista. Me refiero a estar en la iglesia con unos vaqueros, con zapatillas de deporte, en camiseta o con ropa deportiva.
Realizada esta apreciación, creo que el principal problema de comulgar de esta manera no estriba en ir contra el clasicismo de la celebración o por el marco en el que se lleva a cabo: la iglesia; si no que el mayor contratiempo es que el niño o la niña será el distinto, el raro. Las miradas del resto irán a él. Perderá protagonismo la ceremonia en sí para traspasarse a ese niño que va en vaqueros y a los padres que lo han permitido. Somos humanos. Somos así. Tenemos problemas para aceptar de buenas maneras lo distinto aunque el principal motivo sea, por ejemplo, algo tan triste como que su progenitores no tengan dinero para un vestido de comunión.
Comulgar sin el típico vestido en tiempos de crisis
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Publicaba el Heraldo de Aragón un artículo el 20 de abril de 2013, con el título “Comulgar en tiempos de crisis”, que resulta realmente interesante para el tema que nos ocupa. Una primera comunión normal, decía esta información del diario aragonés, puede costar alrededor de los 4.700 euros.
En los últimos tiempos estas se han abaratado sobremanera y, quitando un poquito de allí y otro de aquí, se puede organizar una primera comunión por algo más de 1.000 euros. En esta cuantiosa reducción de costes también se ve afectado el vestido, pero, curiosamente, lo que se hace es comprarlos de segunda mano: más baratos, pero no distintos.
Esta publicación y una somera observación de lo que supone tan arraigada costumbre en los tiempos que corren, nos da la respuesta correcta a la pregunta que plantea el titular acerca de si se puede comulgar sin el típico vestido. Esta sería: por supuesto que sí, pero nadie se atreve.